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2/08/06
Estaba sentado en esa mesa de bar con una luz baja, aspirando el humo de cigarrillos ajenos y pensando en prender uno, pero ya no fumaba. La silla frente a él estaba todavía desacomodada.
-Después la corro -murmuró.
Todavía sobraba un poco de cerveza en su vaso, y algo más en la botella que sudaba. Las gotas se sumaban en marcha lenta, unas a otras, e iban dejando una marca en la mesa que iba a acusar su presencia. Ella había hecho lo propio con su imagen en la silla del frente, poco a poco.
"Claro... esto es así", pensó, "claro... No es ni pertenencia ni posesión, tenía razón al final. Es admiración. Cada cual uno, disfrutando del otro, sí...", pensaba, mientras lamentaba saber que más tarde lo olvidaría. Y eso pensaba, sí, ni pertenencia ni posesión. Admiración activa, sí. Porque esa relación entre el hombre y la mujer no es solo amor, "fuck all you need is love" dijo. Si no alcanza con quererse. "¡Si ni siquiera importa quererse!", blasfemó con fe. Mirarse y quererse, ver cómo se quieren, disfrutar lenta y estorbadamente de cómo quererse, e ir quedándose, poco a poco, estático como una mala estatua de plaza, con la cara idiota intentando acercarse a un árbol. No. En sorprenderse estaba la cosa, en ella de aquél lado de la mesa y yo de este, sin pasar ninguno de los dos al lado del otro. ¿Para qué? si ella se ve tan linda de aquél lado de la mesa y yo de este.
No, no me preguntes de mi día ni si estudié, no.
No me creas, no. Tampoco me preguntes, no, imaginate.
No me jodas, por favor, eso es todo.
Y no me jodés. Qué bueno, pensó.
Y cada cual de su lado de la mesa. "Vos en tu silla y yo en la mía" pensaba. La silla frente a él estaba vacía, aunque desacomodada.

Imaginó su cuerpo otra vez, mientras acariciaba las gotas de la botella. En ese abismo tan encantador y consensuado que habían acomodado entre ellos (aunque a veces lo saltaban sin más, para pedirse no más que una taza de azucar). Pensó en humos (siempre que estaba solo pensaba en humos... decididamente no era un fumador social) y en luces de veladores bajas. En música, y en libros que nunca leyó. En cosas para escribir. En la acabada cerveza. En otras viejas y terminadas cervezas. En el humo que flotaba, azulado, en el aire.

-Disculpe, ¿Me daría un cigarrillo? -le dijo a otro de su edad que estaba con una mujer en la mesa de al lado.
-Sí, tomá, todo bien.
-Gracias flaco.

Encendió el cigarrillo de otro en su boca. Miró la hora. Era tarde.
Miró a la barra (a escasos metros de la silla) y levantó un dedo:

-¿Me traes otra?

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